Problemas conyugales en los Matrimonios

miércoles, 29 de julio de 2009


Dr. José Linares Cerón



PERU-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) En la mayoría de los matrimonios, ambos cónyuges desean llevarse bien y tratarse con cariño. Sin embargo, cuando se producen desacuerdos, quizás no sea fácil dominar las emociones. Y si se desata una discusión, hay quienes tal vez tengan que librar una verdadera lucha contra malas costumbres, como insultar y gritar. ( Efesios 4:31). Ahora bien, ¿qué otros factores podrían ocasionar discordias? En primer lugar, es frecuente que cada cónyuge se comunique de un modo distinto.


En muchos matrimonios, es posible que uno de los cónyuges desee poner todas las cartas sobre la mesa, en tanto que el otro prefiera eludir el tema. A veces, cuanto más insiste uno de ellos en dialogar, más se resiste el otro. ¿Percibe una tendencia como esta en su relación? ¿Es uno de ustedes el que siempre desea expresarse y el otro el que siempre se cierra? Otro factor que cabe señalar es que la crianza de cada uno pudiera influir en su idea de cómo deben comunicarse las parejas. Eduardo, que lleva cinco años de casado, comenta en su E-mail: “En mi familia todos somos reservados y nos cuesta trabajo revelar abiertamente nuestros sentimientos. Esto le desespera a mi esposa. En su familia son muy extrovertidos, así que para ella es muy sencillo decirme lo que siente”. Siempre leo historias distintas de casos de problemas conyugales en el factor de formación de caracteres distintos, que ha llevado a relaciones con escaramuzas de violencia, que pueden terminar en una tragedia de violencia familiar si no tratamos de ayudar. Los investigadores han descubierto que el parámetro más confiable para pronosticar la felicidad conyugal no es la cantidad de veces que se dicen “Te quiero”. Tampoco lo es la satisfacción sexual ni el nivel económico. Más bien, el factor que más garantiza el éxito es la capacidad que ambos tengan de resolver sus desacuerdos. Tenga la seguridad que si Cristo reina en su corazón y mantiene una comunión con Dios, Ud. tendrá la capacidad sabia, prudente de escuchar y resolver sus desacuerdos y fortalecer su vínculo matrimonial.

Rompa con los patrones de conducta que perjudican su relación
Sin importar su modo de comunicarse y la crianza que haya tenido, hay ciertos patrones de conducta que debe romper si desea poner en práctica los principios bíblicos y solucionar los desacuerdos. Veamos un ejemplo: una discrepancia sobre cómo administrar el presupuesto de la familia (“No deberíamos gastar tanto con la tarjeta de crédito”) podría convertirse fácilmente en un intercambio de acusaciones (“¿Y tú no puedes ser más responsable?”). Es cierto que si su cónyuge ‘le aprieta la nariz’ lanzándole reproches, tal vez sienta el impulso de ‘apretársela’ en venganza. Sin embargo, las represalias solo encenderán los ánimos y se intensificará la riña.
Bien lo advirtió Santiago, uno de los escritores bíblicos: “Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa” (Santiago 3:5, 6). Cuando los cónyuges no tienen cuidado con lo que dicen, puede que los pequeños desacuerdos se inflamen de repente y se vuelvan discusiones acaloradas. Y cuando un incendio de esta clase arrasa vez tras vez a un matrimonio, se hace muy difícil que el amor florezca. En pocas palabras quemamos el jardín del hogar. En vez de desquitarse, ¿podría imitar a Jesús? La Biblia dice que “cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio” (1 Pedro 2:23). La manera más rápida de apagar un incendio verbal es tomando en cuenta la opinión de su pareja y disculpándose por la parte de culpa que le corresponda. Tanto las esposas como los esposos necesitan sentir que sus seres amados los entienden y son capaces de ponerse en su lugar. Ahora bien, ¿cuál podría ser la causa de que a alguien le importen poco los sentimientos de su pareja? Quizá sea una sobredosis de orgullo. La persona orgullosa rebaja a los demás para ensalzarse a sí misma. Tal vez lo intente valiéndose de apodos despectivos o comparaciones humillantes. Como ejemplo, pensemos en la actitud de los orgullosos escribas y fariseos contemporáneos de Jesús. Si cualquiera los contradecía —aun cuando fuera uno de ellos mismos—, recurrían a insultos y a comentarios denigrantes (Juan 7:45-52). Sin embargo, Jesús era diferente, pues era comprensivo con quienes lo buscaban y le revelaban su sentir (Mateo 20:29-34; Marcos 5:25-34). La palabra de Dios nos invita a cultivar el amor que está siempre listo para perdonar. (Salmo 86:5; Efesios 4:32). Debemos recordar que Jesús nos dijo: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. Tu primer prójimo es tu propia carne, tu esposo (a). Lucha en el nombre de Jesús con tu yo. No dudes. Cuida tu nido de amor, con esfuerzo hasta que la trompeta de Dios suene. No permitas que destruyan tu felicidad, constrúyelo con sabia decisiones y mucha atención, con esta clase de amor, disfrutará de una feliz vida de casados eternamente.