MADRID.- A veces, la pesadilla del cáncer de mama no acaba cuando la paciente se ha sometido a cirugía y a terapia. El malestar físico acompaña a un buen número de mujeres aun cuando han transcurrido dos o tres años desde la operación. Tanto es así que pasado ese tiempo alrededor de un 47% de ellas experimenta dolor en la zona afectada mientras un 58% sufre molestias sensoriales.
Las pacientes más jóvenes y las que han recibido radioterapia son las más proclives a sufrir este efecto secundario, según revela un estudio publicado en la revista 'The Journal of the American Medical Association' (JAMA).
El dolor persistente tras una operación ha demostrado afectar de manera relevante a entre un 10% y un 50% de quienes se someten a operaciones quirúrgicas comunes. En el caso del cáncer de mama, los mecanismos que lo provocan incluyen el daño del nervio por la técnica quirúrgica empleada. Además, entre las alteraciones sensoriales que también pueden sufrir las pacientes se encuentran la quemazón y la sensación de pérdida. Por otra parte, las terapias adyuvantes o asociadas, como la quimioterapia y la radioterapia, pueden constituir un factor importante en el dolor en el cáncer de mama, al tiempo que existen otros elementos de riesgo como ser menor de 40 años, el estatus psicosocial o haber sufrido dolor en la mama antes de la operación.
Para desentrañar las claves de este problema un grupo de investigadores, dirigidos por el doctor Rune Gärtner, miembro del departamento de Cirugía de Mama del Hospital universitario Rigs de Copenhague, en Dinamarca, envió un cuestionario a 3.754 mujeres con edades comprendidas entre los 18 y los 70 años que habían sido sometidas a cirugía en este país escandinavo para combatir un cáncer de mama primario unilateral. Como técnica quirúrgica se habían realizado tanto mastectomías (amputación total de la mama) como cirugías conservadoras del seno, así como disección del nódulo linfático centinela o del linfático axilar.
Más de 3.200 mujeres respondieron a la encuesta en la que se buscaba dilucidar la prevalencia, los factores asociados y la severidad del dolor crónico, así como las molestias sensoriales que habían experimentado las pacientes transcurrido un periodo medio de tiempo de unos 26 meses tras la operación.
Al examinar las respuestas los autores concluyeron que el 47% de las féminas presentaba dolor en una o más áreas de su cuerpo. De ellas, el 13% sufría dolor severo, el 39% moderado y el 48% ligero. Entre las que sufrían dolor severo el 77% lo experimentaba todos los días frente al 36% de mujeres que sufrían diariamente molestias ligeras.
Por otra parte, las pacientes que habían sido tratadas con radioterapia vieron incrementado el riesgo de sufrir dolor, algo que no sucedió entre quienes recibieron quimioterapia. También se mostraron más propensas a padecer molestias aquellas mujeres a las que se les había diseccionado el nódulo linfático axilar, mientras que la extirpación del nódulo centinela no favoreció este efecto.
La juventud de la paciente también se relacionó con una mayor incidencia del dolor, especialmente entre quienes habían sido sometidas a una cirugía conservadora del seno, ya que el riesgo de sufrirlo fue mayor en las que tenían edades situadas entre 18 y 39 años que en las mujeres de entre 60 y 69 años. Sin embargo, el grado de intensidad de la molestia no pareció estar relacionada con la edad.
Por otra parte, el 58% de las encuestadas declaró haber sufrido alteraciones sensoriales o molestias. Las más frecuentes se localizaron en la axila, seguidas del brazo, zona mamaria y en el lateral del cuerpo. El 20% de las pacientes con dolor había acudido a su médico en los tres meses previos para consultarle acerca de la molestia presente en la zona operada, el 28% había tomado analgésicos por esta causa y el 26% había recibido otros tratamientos, como fisioterapia o masaje, para combatir el malestar.
El dolor persistente tras una operación ha demostrado afectar de manera relevante a entre un 10% y un 50% de quienes se someten a operaciones quirúrgicas comunes. En el caso del cáncer de mama, los mecanismos que lo provocan incluyen el daño del nervio por la técnica quirúrgica empleada. Además, entre las alteraciones sensoriales que también pueden sufrir las pacientes se encuentran la quemazón y la sensación de pérdida. Por otra parte, las terapias adyuvantes o asociadas, como la quimioterapia y la radioterapia, pueden constituir un factor importante en el dolor en el cáncer de mama, al tiempo que existen otros elementos de riesgo como ser menor de 40 años, el estatus psicosocial o haber sufrido dolor en la mama antes de la operación.
Para desentrañar las claves de este problema un grupo de investigadores, dirigidos por el doctor Rune Gärtner, miembro del departamento de Cirugía de Mama del Hospital universitario Rigs de Copenhague, en Dinamarca, envió un cuestionario a 3.754 mujeres con edades comprendidas entre los 18 y los 70 años que habían sido sometidas a cirugía en este país escandinavo para combatir un cáncer de mama primario unilateral. Como técnica quirúrgica se habían realizado tanto mastectomías (amputación total de la mama) como cirugías conservadoras del seno, así como disección del nódulo linfático centinela o del linfático axilar.
Más de 3.200 mujeres respondieron a la encuesta en la que se buscaba dilucidar la prevalencia, los factores asociados y la severidad del dolor crónico, así como las molestias sensoriales que habían experimentado las pacientes transcurrido un periodo medio de tiempo de unos 26 meses tras la operación.
Al examinar las respuestas los autores concluyeron que el 47% de las féminas presentaba dolor en una o más áreas de su cuerpo. De ellas, el 13% sufría dolor severo, el 39% moderado y el 48% ligero. Entre las que sufrían dolor severo el 77% lo experimentaba todos los días frente al 36% de mujeres que sufrían diariamente molestias ligeras.
Por otra parte, las pacientes que habían sido tratadas con radioterapia vieron incrementado el riesgo de sufrir dolor, algo que no sucedió entre quienes recibieron quimioterapia. También se mostraron más propensas a padecer molestias aquellas mujeres a las que se les había diseccionado el nódulo linfático axilar, mientras que la extirpación del nódulo centinela no favoreció este efecto.
La juventud de la paciente también se relacionó con una mayor incidencia del dolor, especialmente entre quienes habían sido sometidas a una cirugía conservadora del seno, ya que el riesgo de sufrirlo fue mayor en las que tenían edades situadas entre 18 y 39 años que en las mujeres de entre 60 y 69 años. Sin embargo, el grado de intensidad de la molestia no pareció estar relacionada con la edad.
Por otra parte, el 58% de las encuestadas declaró haber sufrido alteraciones sensoriales o molestias. Las más frecuentes se localizaron en la axila, seguidas del brazo, zona mamaria y en el lateral del cuerpo. El 20% de las pacientes con dolor había acudido a su médico en los tres meses previos para consultarle acerca de la molestia presente en la zona operada, el 28% había tomado analgésicos por esta causa y el 26% había recibido otros tratamientos, como fisioterapia o masaje, para combatir el malestar.
El daño del nervio por la cirugía, un factor determinante
"Basándonos en los resultados de nuestro estudio y en descubrimientos anteriores, el dolor crónico tras la cirugía por cáncer de mama y la terapia adyuvante se podría caracterizar, sobre todo, como un estado de dolor neuropático, probablemente relacionado con lesiones intraoperativas del nervio intercostal-braquial".
De acuerdo con estos hallazgos, las técnicas de preservación del nervio habrían sugerido en estudios preliminares una reducción del riesgo de desarrollar un estado de dolor neuropático crónico.
De todas formas, "estos trabajos deben ser más amplios y detallados y tener en cuenta todos los subgrupos, como los incluidos en nuestro estudio" concluyen los investigadores, que también señalan que un estado doloroso posquirúrgico persistente puede estar relacionado con la existencia de otros síndromes dolorosos (dolor de cabeza o de espalda) que apuntarían a que una hipersensibilidad al dolor en general previa a la operación debida a factores genéticos o psicosociales puede ser un mecanismo patogénico importante y por ello debe incluirse en futuros ensayos preventivos y terapéuticos.
En un editorial que acompaña a este trabajo y que publica la misma revista las doctoras Loretta S. Loftus y Christine Laronga, del Centro del Cáncer H. Lee. Moffit, en Florida, EEUU, destacan que el dolor crónico tras una cirugía por cáncer de mama es un problema clínico importante que requiere una atención cuidadosa.
"Las pacientes con alto riesgo de desarrollar un síndrome doloroso posquirúrgico deben ser identificadas y sometidas pronto a terapia, al tiempo que los efectos de una intervención temprana deben ser valorados. El tratamiento requiere una aproximación multidisciplinar que incluya la evaluación por parte de cirujanos, oncólogos médicos y radiólogos, especialistas en dolor, psicólogos, psiquiatras trabajadores sociales y expertos en rehabilitación. De esta forma, los hallazgos de Gärtner y su equipo demostrarán su utilidad en la búsqueda de lograr un alivio eficaz del dolor tras la cirugía de cáncer de mama", declaran.