MADRID.- ( AGENCIALAVOZ.COM ) Es uno de los grandes enigmas de la psicología y el origen de un controvertido debate sin solución hasta la fecha. ¿Dónde reside la inteligencia, cuántos tipos existen, cómo se debe medir? Preguntas que continúan sin respuesta pero que están más cerca de hallar una solución gracias a un trabajo, con colaboración española, publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences'.
Sus autores han elaborado un mapa de las estructuras cerebrales que contribuyen a la inteligencia general.
"Podría haber resultado que la inteligencia general no depende de áreas cerebrales específicas sino que tiene que ver con cómo el cerebro funciona en su totalidad", señala Ralph Adolphs, profesor de Psicología, Neurociencia y Biología del Instituto de Tecnología de California (CALTECH), en EEUU. "Pero eso no es lo que hemos visto", añade.
Dentro de la psicología, existen dos teorías principales acerca de la naturaleza de la inteligencia. Una defiende la existencia de una inteligencia general o 'factor g', que está apoyada en el hecho de que una persona suele tener resultados parecidos en las distintas habilidades aceptadas como parte de este intelecto (memoria, visión espacial, aritmética, etc.). La otra cree en la existencia de varias inteligencias, aunque no existe consenso acerca de cuántas.
Adolphs y sus colaboradores de las universidades de Iowa, California del Sur y la Autónoma de Madrid se inclinan más por la primera hipótesis. "La idea básica que subyace [al concepto de inteligencia general] es indiscutible: de media, las puntuaciones obtenidas por una persona en distintos tests suelen correlacionarse. Algunos tienen generalmente resultados altos y otros bajos. Así que es una cuestión obvia preguntarse si esta habilidad general depende de regiones cerebrales específicas", añade el autor.
Según sus hallazgos, sí. Este equipo ha logrado elaborar un mapa cerebral de la inteligencia gracias al estudio de 241 individuos que padecían lesiones en regiones concretas del órgano gris. Todos ellos realizaron una batería de pruebas cognitivas, de las que se emplean habitualmente para medir el intelecto.
Gracias a este experimento, que es la primera vez que se realiza, "hemos podido ver, punto por punto, cómo afecta cada lesión a la inteligencia general", explica Roberto Colom, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. "El trabajo con personas sanas origina mucha confusión pero trabajar con enfermos es más preciso porque se pueden establecer relaciones causa-efecto".
Mediante esta metodología, averiguaron que el factor g reside en el lóbulo frontal inferior y en el parietal superior del hemisferio izquierdo, aunque "con contribuciones del derecho", indica este investigador. Además, los resultados ponen de manifiesto que la materia blanca es igual de relevante que la gris, ya que "de la eficiencia de las conexiones entre ambos lóbulos depende la inteligencia", añade.
Esto "sugiere que el factor g refleja la habilidad para integrar los procesos verbales, visioespaciales, ejecutivos y de memoria de trabajo por medio de una red de conexiones corticales circunscrita", explica el trabajo. "La clave -resume el autor español- es la integración y esa es la inteligencia". "Existe una habilidad general que se basa en la integración y que en cada persona tiene un grado y ahora sabemos dónde reside", añade.
El siguiente paso, que ya tienen entre manos Colom y sus colegas, consiste en "entrenar gente en una tarea muy exigente desde el punto de vista intelectual. Si nuestros hallazgos son correctos, debería aumentar la materia gris en esas regiones, así como en las conexiones entre ambas".
"Podría haber resultado que la inteligencia general no depende de áreas cerebrales específicas sino que tiene que ver con cómo el cerebro funciona en su totalidad", señala Ralph Adolphs, profesor de Psicología, Neurociencia y Biología del Instituto de Tecnología de California (CALTECH), en EEUU. "Pero eso no es lo que hemos visto", añade.
Dentro de la psicología, existen dos teorías principales acerca de la naturaleza de la inteligencia. Una defiende la existencia de una inteligencia general o 'factor g', que está apoyada en el hecho de que una persona suele tener resultados parecidos en las distintas habilidades aceptadas como parte de este intelecto (memoria, visión espacial, aritmética, etc.). La otra cree en la existencia de varias inteligencias, aunque no existe consenso acerca de cuántas.
Adolphs y sus colaboradores de las universidades de Iowa, California del Sur y la Autónoma de Madrid se inclinan más por la primera hipótesis. "La idea básica que subyace [al concepto de inteligencia general] es indiscutible: de media, las puntuaciones obtenidas por una persona en distintos tests suelen correlacionarse. Algunos tienen generalmente resultados altos y otros bajos. Así que es una cuestión obvia preguntarse si esta habilidad general depende de regiones cerebrales específicas", añade el autor.
Según sus hallazgos, sí. Este equipo ha logrado elaborar un mapa cerebral de la inteligencia gracias al estudio de 241 individuos que padecían lesiones en regiones concretas del órgano gris. Todos ellos realizaron una batería de pruebas cognitivas, de las que se emplean habitualmente para medir el intelecto.
Gracias a este experimento, que es la primera vez que se realiza, "hemos podido ver, punto por punto, cómo afecta cada lesión a la inteligencia general", explica Roberto Colom, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. "El trabajo con personas sanas origina mucha confusión pero trabajar con enfermos es más preciso porque se pueden establecer relaciones causa-efecto".
Mediante esta metodología, averiguaron que el factor g reside en el lóbulo frontal inferior y en el parietal superior del hemisferio izquierdo, aunque "con contribuciones del derecho", indica este investigador. Además, los resultados ponen de manifiesto que la materia blanca es igual de relevante que la gris, ya que "de la eficiencia de las conexiones entre ambos lóbulos depende la inteligencia", añade.
Esto "sugiere que el factor g refleja la habilidad para integrar los procesos verbales, visioespaciales, ejecutivos y de memoria de trabajo por medio de una red de conexiones corticales circunscrita", explica el trabajo. "La clave -resume el autor español- es la integración y esa es la inteligencia". "Existe una habilidad general que se basa en la integración y que en cada persona tiene un grado y ahora sabemos dónde reside", añade.
El siguiente paso, que ya tienen entre manos Colom y sus colegas, consiste en "entrenar gente en una tarea muy exigente desde el punto de vista intelectual. Si nuestros hallazgos son correctos, debería aumentar la materia gris en esas regiones, así como en las conexiones entre ambas".