MADRID.- ( AGENCIALAVOZ.COM ) Mire a su alrededor. Fíjese en tres o cuatro personas que tenga cerca. En casa, en la oficina, en el autobús... Si las estadísticas no mienten, una de ellas sufrirá un cáncer a lo largo de su vida. Su pronóstico dependerá del tipo de tumor que le diagnostiquen, de la rapidez con que le detecten la enfermedad, de su edad, sexo, perfil genético...
En algunos casos, la ciencia puede felicitarse de haber convertido el cáncer en una enfermedad crónica, con décadas de supervivencia por delante. En otros, desgraciadamente, el cangrejo que ya describieron los griegos hace miles de años sigue escondiendo numerosos misterios y apenas es posible arañarle unos meses de vida.
A pesar de lo que muchos lectores pudiesen pensar por casos cercanos o conocidos, el perfil del paciente con cáncer en España es el de un varón de unos 63-64 años con un tumor de pulmón, próstata o colon. Si es mujer, tendrá unos 62 años y su diagnóstico será de mama (seguido del colon). Para ellas, las estadísticas arrojan unas cifras de supervivencia cercanas al 60% cinco años después del diagnóstico (lo que significa que seis de cada 10 saldrán adelante). Para los varones, y puesto que los tumores más habituales en ellos son más agresivos, la supervivencia se reduce al 42-44%.
Esta 'ensalada' de números (unos 165.000 casos nuevos al año en España) esconde tras de sí décadas de avances científicos, que han permitido arrebatarle a la enfermedad el sanbenito de 'condena a muerte' que arrastraba hace no tanto tiempo. Los métodos diagnósticos han mejorado mucho y permiten detectar tumores milimétricos que antes hubiesen pasado desapercibidos; las cirugías son ahora menos mutilantes y la radioterapia, más precisa. Además, los oncólogos cuentan con varias líneas de tratamiento para ir atacando la enfermedad por distintos flancos a medida que vaya reapareciendo, guardándose 'ases en la manga' para no malgastar todo el arsenal desde el principio.
"Además, hemos mejorado mucho la organización de nuestros servicios de oncología, y disponemos de más profesionales y mejor formados para atender a nuestros pacientes", destaca el doctor Emilio Alba, jefe de servicio del Hospital Virgen de la Victoria de Málaga y presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). "En muchos hospitales españoles disponemos ya de equipos multidisciplinares -integrados por oncólogos, cirujanos, ginecólogos, radioterapeutas-, y en ocasiones eso es mejor que disponer de la última tecnología", subraya.
Cuestiones por mejorar
Sin embargo, estas 'luces' no pueden hacer olvidar que aún hoy miles de personas mueren a causa de un tumor en todo el mundo (en España fueron 98.000 en el año 2006, según el Centro Nacional de Epidemiología), que algunos pacientes pierden su trabajo por culpa del diagnóstico, que hay quien queda gravemente afectado por secuelas físicas y psicológicas o que recibe un tratamiento diferente según en qué comunidad autónoma resida. El nuevo paciente con cáncer puede llegar a convivir con su enfermedad durante décadas, y los servicios sanitarios aún están aprendiendo a manejar a estos largos supervivientes.
"Hemos logrado estabilizar la enfermedad en el tiempo, y debido a esta cronificación, el cáncer se ha convertido en algo más complejo de manejar", explica a ELMUNDO.es Albert Jovell, presidente del Foro Español de Pacientes y conocedor en primera persona de la enfermedad. Por eso, en su lista de cuestiones pendientes de mejorar sitúa sobre todo el manejo de los efectos secundarios. "El largo superviviente del cáncer necesita un buen médico de cabecera, porque es un paciente más complejo que antes", explica este especialista en epidemiología. Es probable que sea una persona polimedicada, que acumule en su historial cuatro o cinco líneas de quimioterapia en los últimos años, algunas de ellas con efectos perjudiciales para el corazón, que tenga el colesterol alto, osteoporosis... o que sea hipertenso y diabético.
Este problema no existía antes, pero ahora se calcula que el 3% de la población es un superviviente del cánce
"Es verdad que estamos caminando por un sendero que apenas empezamos a transitar", reconoce el doctor Alba. "Este problema no existía antes, pero ahora se calcula que el 3% de la población es un superviviente del cáncer, y eso nos obliga a detectar y atender a tiempo otros problemas de salud", explica este especialista, que reconoce que no siempre los lazos entre el oncólogo y el médico de cabecera están bien estrechados en nuestro país.
Otra sombra de duda que apunta Jovell es la existencia de un tratamiento homogéneo en toda España. "En el caso de algunos fármacos de nueva aparición, hemos detectado que algunos hospitales han tardado más en incorporarlos que otros", denuncia el representante de los pacientes. Sin embargo, como reconoce el coordinador de la Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud, el doctor Josep María Borrás, es difícil cuantificar cómo están repercutiendo estas disparidades en el pronóstico.
"Los registros regionales nos permiten ver, por ejemplo, que hay más casos en Asturias, Navarra o Tarragona; y menos en Cuenca o Albacete", explica el doctor Borrás, responsable a su vez del Plan Director de Oncología de Cataluña, "pero más allá de la incidencia, no tenemos datos exactos de supervivencia, porque es una cuestión más difícil de medir". Aún así, reconoce, uno de los objetivos de los próximos años es mejorar este tipo de registros provinciales para tener una fotografía más precisa del cáncer en España que incluya, por ejemplo, los datos de grandes metrópolis como Madrid o Barcelona de las que hoy por hoy no existen cifras precisas.
Por todo ello, el presidente de la SEOM es cauto a la hora de decir que el cáncer se ha cronificado. "Hemos asistido a avances importantes en mama, colon y otros tipos más infrecuentes como los linfomas o leucemias; pero en otros casos, como los cánceres de pulmón o del sistema nervioso central, tenemos aún mucha tarea pendiente por delante".
El 'sueño' como reconoce la doctora Marisa García de Paredes, oncóloga y asesora de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), sería encontrar un 'glivec' para cada tipo de tumor. Es decir, una pastilla como la píldora naranja que hace unos años cambio el rumbo de la leucemia mieloide crónica, y que se considera el paradigma de los tratamientos individualizados. "En algunos tumores seguimos anclados en quimioterapias de hace 30 años", reconoce esta especialista, que forma parte de la primera generación de oncólogos españoles, que empezó su residencia en el año 1980.
Cuidar también de la mente
La doctora María Lomas, oncóloga del hospital de Jaén, resume bien la evolución psicológica que sufre un paciente con cáncer en el tiempo. "La primera preocupación al conocer el diagnóstico es el temor a morir, no tanto por ellos mismos como por su familia; sobre todo sus hijos. Un temor que se manifiesta más en las mujeres que en los hombres", explica. En un segundo momento, cuando termina el tratamiento y empiezan las revisiones, el temor que más preocupa a la mayoría tiene forma de recaída: "¿Volverá el cáncer?".
Precisamente, explica, el hecho de que estas personas estén sujetas a tratamientos tan largos, que les llevan a visitar el servicio de oncología con frecuencia, o a iniciar de nuevo la ruleta cuando el cáncer se daba por superado, obliga a estrechar especialmente la atención psicológica al enfermo. "Mantener la cabeza en su sitio es uno de los retos más grandes", resume esta especialista de la SEOM; "vivir con la incertidumbre de la enfermedad y ese desgaste del día a día es uno de los aspectos que más admiro de mis pacientes". Otro miedo de reciente aparición, coincidiendo con una mejor información, tiene que ver con la posibilidad de transmitir la enfermedad a los hijos por medio de la genética. Pese a que sólo un 5%-10% de los tumores tienen carácter hereditario, ésta es una de las cuestiones más repetidas hoy en día en las consultas.
Entre un 20%-30% de los pacientes con cáncer pueden llegar a desarrollar un cuadro depresivo
"Es difícil establecer reacciones generales, porque varían mucho de unos individuos a otros", explica por su parte Eva Béjar, psico-oncóloga de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC); "pero lo normal es sufrir un 'shock' emocional inicial y tardar algún tiempo en asimilar la noticia". El problema puede aparecer cuando esos sentimientos no se evaporan, sino que se incrementan con el tiempo y derivan hacia algún tipo de trastorno psicológico. "Las estadísticas indican que entre un 20%-30% de los pacientes con cáncer pueden llegar a desarrollar un cuadro depresivo y hasta un 50%, síntomas ansiosos", relata esta especialista que rebaja un poco estas cifras a tenor de su experiencia. A pesar de ello, reconoce, no es extraño que se subestime la importancia de estos sentimientos y se pasen por alto algunos síntomas graves.
Tal vez tenga algo que ver con esto el hecho de que muchos servicios de oncología aún no están preparados para atender estas cuestiones, y gran parte de la atención psicológica a los pacientes con cáncer recae en las asociaciones de afectados, como la propia AECC."Aunque cada vez hay más coordinación, aún es un servicio en desarrollo", reconoce Béjar.
Como resume la doctora Lomas, la mayor parte de los pacientes oncológicos está deseando retomar su vida cotidiana cuanto antes; y volver a trabajar es uno de sus anhelos más fuertes para 'alejarse' del cáncer. "Éste es un tema escondido, pero estamos detectando ciertos casos de discriminación laboral, despidos muy sutiles", denuncia Albert Jovell; "por eso muchos pacientes jóvenes reclaman urgentemente volver a trabajar porque temen ser víctimas de este tipo de exclusión social". Y aunque han salido a la luz pública algunos casos puntuales, no existen cifras fiables de cuántas personas han podido sufrir esta experiencia. "Es algo traumático", reconoce el doctor Alba; "ya no sólo por los despidos, sino porque algunas personas no pueden retomar el mismo trabajo que hacían antes de la enfermedad por las secuelas del tratamiento". El ejemplo del linfedema, que se origina después de vaciar los ganglios de la axila, y que impide a muchas mujeres volver a cargar peso, es el caso más representativo.
Es cierto, admite Jovell, que socialmente se ha experimentado en los últimos años un importante fenómeno de desestigmatización, que facilita el día a día de los enfermos. La aparición en escena de caras famosas que han dado a conocer su enfermedad públicamente y la llegada de algunos medicamentos que pueden tomarse en casa en forma de pastillas, sin necesidad de ir al hospital a 'engancharse' al gotero, también han favorecido esta normalización.
La doctora García de Paredes conoce de primera mano ese cambio social gracias a sus casi 30 años de experiencia: "Antes ni siquiera se podía nombrar. Ahora el cáncer ya no es sinónimo de muerte. Hoy en día hay más información, más esperanza y el hecho de que haya pacientes que sobreviven a su diagnóstico durante 20 años ayuda a otras personas a afrontarlo mejor, a saber a qué se va a enfrentar".