EE.UU-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Cuando hace poco Jody Richards vio a un desamparado pidiendo limosnas frente a un McDonald's del downtown, le compró al hombre una hamburguesa con queso. No hay nada extraño en esto, salvo que Richards es también desamparado, y la hamburguesa con queso de 99 centavos que le compró era parte de los $9.50 que había ganado ese día pidiendo limosnas.
La generosidad de la gente pobre no es algo tan raro, sino que se nota muy poco. En realidad, los pobres de Estados Unidos hacen más donaciones, en términos de porcentajes, que lo que donan los grupos con un nivel adquisitivo más alto, según los sondeos de opinión sobre la caridad pública. Todavía más, la generosidad de los pobres disminuye menos en tiempos difíciles que la de los ricos.
"La quinta parte con más bajo ingreso [de la población] siempre da a más de su capacidad'', dijo Virginia Hodgkinson, ex vicepresidenta de investigaciones de Independent Sector, asociación de agencias sin fines de lucro con sede en Washington. "Las próximas das quintas partes donan según su capacidad, y los que están por encima pueden dar dos o tres veces más de lo que donan''.
De hecho, la última encuesta de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) sobre los gastos del consumidor concluyó que el quinto segmento más pobre de las familias estadounidenses contribuyó un promedio de 4.3 por ciento de sus ingresos a organizaciones caritativas en el 2007. El quinto segmento más rico dio menos de esa proporción: 2.1 por ciento.
Las cifras probablemente no reflejan las remesas que envían los inmigrantes legales e ilegales a sus familiares en sus países de origen, una industria multimillonaria a la que los pobres contribuyen enormemente.
En contraste, ninguna de las familias norteamericanas comprendidas en los segmentos de ingresos medios dieron 3 por ciento de sus entradas.
"Como norma, la gente que tiene dinero no conoce a la gente que está necesitada'', dijo Tanya Davis, de 40 años, guardia de seguridad que recientemente perdió su empleo, y madre soltera.
Realmente, a las personas más prósperas sus familiares y amigos les piden dinero con menos frecuencia de lo que según Davis le ha ocurrido a ella, lo que cuando trabajaba le creó la reputación de ser generosa.
Davis recibe $110 semanales como compensación por desempleo, y $314 por bienestar social, y sin embargo, dijo que todavía dos o tres veces a la semana algunas personas le piden dinero, y les regala entre $5 y $10.
"Creo que mientras más doy, más recibo, y Dios ama al dador alegre'', dijo Davis. "Además, yo he estado en su situación, y cualquier día podría estarlo otra vez''.
En términos de ingresos, el quinto segmento más pobre de la población parece ser un benefactor improbable. Sus ingresos antes del pago de impuestos promediaron $10,531 en el 2007, según la encuesta de BLS, frente a los $158,388 que promedió el quinto nivel más alto.
Por otra parte, los miembros del quinto segmento más pobre son el quinto segmento menos educado de la población de EEUU, al igual que el más viejo, el más religioso y aquel con menos probabilidad de alquilar sus casas, según los expertos en demografía. Este segmento es igualmente el que tiene más posibilidades de recibir ayuda del bienestar social, conducir autos usados y depender del transporte público.
Sin embargo, muchas de estas características pronostican generosidad. Las mujeres son más generosas que los hombres, según los estudios. Las personas de más edad donan más que los jóvenes con ingresos iguales. Los pobres trabajadores, de los cuales muchos son inmigrantes recién llegados, integran el grupo más generoso del país, según Arthur Brooks, el autor del libro Who Really Cares, donde analiza la generosidad de los estadounidenses.
La fe probablemente juega un papel importante en todo esto, dijo Brooks --presidente del American Enterprise Institute, una organización conservadora de Washington que investiga las políticas-- en una entrevista. Ello se debe parcialmente a que números por encima del promedio de pobres asisten a la iglesia, y los feligreses dan más dinero que los que no visitan regularmente las iglesias, a las organizaciones caritativas religiosas, concluyó Brooks.
Lo que hace que la generosidad de los pobres sea todavía más impresionante es que sus donativos no están exentos de impuestos, pues no ganan lo suficiente para justificar sus deducciones caritativas de impuestos. En efecto, dar un dólar a la caridad le cuesta a los pobres un dólar, mientras al resto de la población le cuesta 65 centavos.