MADRID.- ( AGENCIALAVOZ.COM ) Este artículo no dispone del espacio suficiente para poder enumerar en él uno a uno los cargos y la extensa obra de uno de los psiquiatras españoles más reconocidos fuera y dentro de nuestras fronteras. Al menos sí destacar que Francisco Alonso Fernández, 85 años y natural de Oviedo, es catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad de Sevilla y de la Universidad Complutense de Madrid, de la que es catedrático emérito desde 1990. Miembro de la Real Academia Nacional de Medicina , ha publicado cerca de medio millar de trabajos en revistas científicas españolas y extranjeras, además de 48 libros.
Este "hijo de republicanos", como se autodefine, acaba de pasar por el Instituto de España donde ha participado en el ciclo de conferencias 'Las cuatro dimensiones del enfermo depresivo'. Reconoce que "la infancia es el marco y la fuente de la depresión del adulto. En mi caso, afortunadamente, superé los traumas de mi niñez. Durante y después de la guerra, nos llamaban 'los muertos'. No éramos nada, ni teníamos nada. Los menores con infancias 'marcadas' tienen más posibilidades de ser adultos deprimidos", determina.
Pregunta. Si la enfermedad mental también se produce en los niños y es distinta a la de los adultos, ¿por qué en España no existe la especialidad de psiquiatría infantil?
Respuesta. Qué puedo opinar yo de este tema si la única cátedra de psiquiatría infantil que existe en nuestro país la promoví en 1975, en la Universidad de Sevilla. Con esto se lo estoy diciendo todo. Desgraciadamente, no ha cundido el ejemplo.
P. Todavía hay demasiadas personas que creen que los pequeños no tienen esta enfermedad.
R. Los niños se pueden deprimir, y también los bebés. Cuando un lactante tiene llanto injustificado, no se comunica con sus padres (no mira, no sonríe...) y está desfallecido, sin energía, estamos ante un bebé con una posible depresión. Una investigación que he querido promover y que aún no se ha hecho es la de indagar en la infancia de los adultos con depresión para saber cómo eran de pequeños... Seguro que nos encontrábamos con cosas muy interesantes.
P. Y en un niño, ¿cómo se reconoce la enfermedad?
R. Entre los seis y los 12 años, lo que se conoce como segunda infancia, tenemos que fijarnos más en si presenta alteraciones de conducta, fracaso escolar, no tiene actividad, se vuelve mentiroso con los padres y sufre constantes problemas médicos, como dolores de cabeza o de tripa. Más adelante, entre los 12 y los 18, nos encontramos con los mimos signos, pero pueden aparecer también conductas potencialmente delictivas. Y lo más importante, el 30% del consumo de drogas a estas edades obedece, precisamente, a la depresión. Buscan en la toma de sustancias la solución a su malestar.
P- El humor y el carácter de los pequeños es muy variable. ¿Cómo distinguir una tristeza transitoria de un problema mental?
R. Cuando los síntomas que he enumerado anteriormente se prolongan entre tres y cuatro semanas, entonces se debe consultar inmediatamente con el especialista.
P. Qué factores precipitan la aparición de la enfermedad.
R. Hay factores genéticos, pero también ambientales. La familia, por ejemplo, debe ser el escudo protector del pequeño. Si está desmembrada o es conflictiva le hace vulnerable a la enfermedad. Los problemas económicos, de los que los niños se dan perfectamente cuenta, también influyen negativamente al igual que sucede con el cambio de colegio. Existen muchos otros casos que se arrancan con una infancia robada. Son chicos que han adquirido responsabilidades de adultos (cuidar de sus hermanos, mediar en los conflictos de los padres...). Se vuelven hipersensibles y tienen baja autoestima y toda esta sintomatología culmina en una depresión en su juventud.
P. Hay más trastornos psiquiátricos infantiles hoy que antes.
R. Creo que hay más problemas de comportamiento. Los padres no están tan encima como antes de sus hijos en parte por el tipo de vida actual y han delegado buena parte de su educación a los profesores. La infancia y la adolescencia son edades de protesta y rebeldía, pero eso no quita para que se establezcan límites. También es cierto que los conocimientos sobre los trastornos psíquicos en niños y adolescentes han aumentado en los últimos años y con ello también su mayor diagnóstico.