El pediatra que necesitamos

lunes, 10 de enero de 2011


Dr.Juan Casado
Jefe de Pediatría del Hospital Niño Jesús de Madrid
es miembro de la junta de Medicos de Ciprofam




ESPAÑA.- ( AGENCIALAVOZ.ORG )Desde mi punto de vista, para ser un buen pediatra, se necesitan no sólo un adecuado nivel de conocimientos técnicos y científicos de puericultura y de las enfermedades de los niños, para prevenirlas y tratarlas, también una concepción integral del niño.



No sólo de los problemas de su intestino, corazón o riñón, sino también una concepción del niño como individuo, cuya biografía de salud está fuertemente influida por su vida misma, por su vida social, afectiva, nutritiva, y no sólo por la ausencia o presencia de infecciones u otras enfermedades orgánicas.

Es indudable que el pediatra necesita ser un buen técnico en su área de conocimiento, un profesional estudioso que mantenga sus conocimientos actualizados, única forma de aplicar los avances en prevención, diagnóstico y tratamiento. Esto precisa voluntad para mantenerse 'al día', pero también inversión en tiempo y dinero para mantenerse actualizado. La asistencia a cursos de formación, congresos, adquisición de revistas científicas o libros y la navegación buscando información médica fiable a través de Internet, no siempre es gratuita.

Algunos médicos, especialmente los que trabajan en hospitales, reciben y ofrecen continuamente información actualizada a través de sesiones clínicas, seminarios o sencillamente preguntando o escuchando las opiniones de los colegas que tienen al lado. Sin embargo, otros, la mayoría de los médicos encargados de la salud de los niños, pediatras y médicos de familia de asistencia primaria, de barrios o pueblos, tienen que hacer un considerable esfuerzo personal (y muchas veces económico) para mantenerse 'al día'.

En general, los empleadores, instituciones públicas o privadas, en general no dedican suficientes recursos para que sus médicos estén permanentemente actualizados y entrenados.

Pero mantener un nivel técnico-científico bueno, siendo imprescindible, no es suficiente. Porque no basta con saber mucho de diabetes, celiaquía, cardiopatía congénita o trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH); es necesario conocer también las condiciones sociales y humanas del paciente. El niño no es sólo un corazón, intestino o páncreas enfermo, quien siente y padece es el cerebro; el niño es un individuo que vive, crece, sufre o disfruta influenciado no sólo por estos órganos enfermos o sanos, también por su ambiente social, económico, afectivo y educativo.

De poco vale el diagnóstico de celiaquía, diabetes o TDAH si el grado de cumplimiento o adhesión al tratamiento puede ser periódica o totalmente incumplido, bien por motivos económicos, educativos o sociales. Además, muchas de las enfermedades y síntomas de los niños son de origen social. En consecuencia, tratar el síntoma y no la causa, no sólo no resuelve el problema, sino que a veces lo cronifica.

Los médicos que atienden a los niños, pediatras o no, tienen que tener una sensibilidad social y humana que les permita ver a sus pacientes de una manera integral, dentro de su mundo cultural, social, familiar y étnico. No sirve sólo, por tanto, hacer el diagnóstico, obviamente esto es imprescindible, es preciso también implicarse en conocer el origen de la enfermedad orgánica o no y su solución. Por ejemplo, una niña que sufre 'bulling' (acoso escolar) desarrollará síntomas de origen psicosomático como mareos, vómitos, decaimiento o dolores de estómago, cuyo tratamiento será solo efectivo cuando desaparezca el problema que ocasionó, no con medicamentos para estas falsas dolencias. En estos casos, cuando las causas son más sociales que orgánicas, hablar y escuchar es más curativo que recetar.

En los últimos años, estamos viviendo una intensa crisis económica que está afectando a los niños. Un reciente estudio en EEUU ha comprobado un aumento del número de niños maltratados conforme aumenta el nivel de desempleo. Maltrato no es sólo el físico, es sobre todo no aportar al niño las necesidades de alimentos, sanidad, confort, educación y afecto. El entorno, sobre todo en los primeros años de la vida, influye decisivamente en la salud y en la enfermedad, en cómo se manifiesta y se resuelve ésta, en las consecuencias futuras, y no sólo en el crecimiento físico, también en el equilibrio, madurez y capacidad de aprendizaje.

En definitiva, desde mi punto de vista, para ser un buen médico de niños, es necesario no sólo tener un buen nivel técnico y científico, además es imprescindible una visión integral, social y humana del paciente. En mi criterio, la población debería demandar este tipo de pediatras, más el que estudia, escucha y habla que el que receta o rellena papeles para realizar análisis.