La degeneración de la naturaleza humana se enfrenta a Dios, el creador de su existencia

viernes, 17 de septiembre de 2010





Rvdo. José Linares Cerón


PERU.- ( AGENCIALAVOZ.ORG )En el 2009, el 52% de la población de California respaldó la Propuesta 8, la cual ratificó la protección constitucional del matrimonio entre un hombre y una mujer. Se podría argumentar que aún el 52% es una cifra sorprendentemente baja respecto de algo tan importante.



Pero el pueblo de California ganó esa batalla a pesar de la intensa guerra mediática que los homosexuales militantes llevaron a cabo para sepultar la Propuesta 8. De hecho, ganó la decencia cristiana y la estructura de la realidad permaneció intacta, al menos en este aspecto de la ley en California, hasta cuando un solo juez anuló 7 millones de votos y la voluntad del pueblo, al echar abajo la prohibición del “matrimonio” homosexual. Hubo regocijo en la Bahía de Sodoma (la bahía de la ciudad de San Francisco).


¿Por qué, está mal el “matrimonio” homosexual?
Primero que todo, porque viola la voluntad de Dios tal y como ésta ha sido revelada en la Escritura. La institución del matrimonio entre un hombre y una mujer. Desde Génesis 1 (el matrimonio entre Adán y Eva) al Apocalipsis 21 (el matrimonio entre Cristo el Cordero y Su Esposa la Iglesia), Dios nos ha dado solamente un modelo de matrimonio, y no es el “matrimonio” homosexual. La concepción cristiana del matrimonio se convirtió en la norma del mundo occidental y en su célula social más fundamental. Indudablemente ello contribuyó al florecimiento de Occidente.
En segundo lugar, y muy cerca de la primera razón, es que el “matrimonio” homosexual distorsiona el concepto mismo de la paternidad y la maternidad. Aun dejando de lado el hecho de que el “matrimonio” homosexual es estéril por definición, todo hijo de un “matrimonio” homosexual tiene que ser adoptado o el resultado de la reproducción artificial. Y ello ya es en sí mismo una violación de todo el concepto de la familia. La adopción de niños por parte de homosexuales constituye una violencia contra los niños. Se trata de una aseveración bastante fuerte, pero, en todo caso, verdadera. En términos más simples, los niños necesitan una mamá y un papá. De lo contrario, quedarían estigmatizados para siempre al ser “hijos” de una pareja homosexual. Los niños imitan los modelos que tienen delante. Su concepto de familia, la moral que viven y su cosmovisión las derivan de las actitudes y valores de sus padres. Pero si sus “padres” son una pareja de homosexuales o lesbianas, entonces su concepto de todos estos valores tan fundamentales quedará distorsionado.
En tercer lugar, pero no por ello de menor importancia, toda la sociedad sufre cuando se legitima públicamente un estilo de vida y una práctica que es intrínsecamente desordenada. Sí, desordenada, eso es lo que le llama a la orientación homosexual y el estilo de vida homosexual. El “matrimonio” homosexual simplemente ratifica ese desorden a nivel social. En debates recientes donde he participado en los foros internacionales, el uso del término “derecho humano” para describir el “matrimonio” homosexual y para acusar de cometer “discriminación” a todo aquel que se le oponga, son ejemplos de estas fundamentales distorsiones.
La historia nos muestra fehacientemente a muchas sociedades, como la Antigua Grecia y Roma cuya rápida decadencia estuvo precedida por la proliferación del estilo de vida homosexual y su aceptación pública.
Al mismo tiempo que respetamos a todas las personas, no tenemos que respetar este ataque a gran escala contra la familia. Es más, debemos luchar contra ello con nuestras propias vidas por nuestros principios y valores. La cuestión no es si podremos o no ganar esta batalla; la cuestión es si nos vamos a sumar a ella. ¿Aceptaremos el reto de defender a la familia que es la imagen de Dios en nuestra sociedad? Hemos sido llamados a ser fieles y obedientes al Plan que Dios. No cabe duda que la propuesta de legalizar el “matrimonio” homosexual se hará presente en el país donde usted vive, si no es que ya ha ocurrido. Si no luchamos contra ello, nuestras familias y, básicamente, nuestra propia civilización, se encontrarán “al final” del camino en poco tiempo. Le invito a orar por mi y familia, y todos mis colaboradores que están librando la batalla en sus naciones. Para mí, es un privilegio de ser parte del propósito de Dios y cumplir el propósito profético de Dios en el mundo. Los profetas de la biblia habían anunciado este momento, pero quiero decirle mientras no suene la trompeta de Dios, todos seremos los profetas del siglo 21, para denunciar el pecado y la corrupción en la sociedad. Aun en las esferas de poder. Nuestro propio testimonio personal, será un evangelio transformador que detendrá la violencia, hasta que suene la trompeta de Dios. Porque después de eso, vendrá lo inevitable, ya no estaremos, estaremos en los brazos del Señor, hasta el día del juicio final. El día que nuestras iglesias se unan, veremos el último gran avivamiento mundial. La unidad es la clave del avivamiento. Juan 17.